sábado, 21 de mayo de 2011

En la Puerta del Sol a 2000 km. de distancia

Anoche me metí en la cama con esa ingenua idea que a veces tenemos de elegir los sueños que queremos tener. Desearlo con tanta fuerza que, en el momento de cerrar los ojos, podamos soñarlo irremediablemente.

Anoche quise soñar que lo que veía por la pequeña ventana de mi portátil era real.
Que los miles de personas que en decenas de ciudades de toda España se concentraban, reunían o manifestaban y era para intentar cambiar las cosas. Y que lo hacían sin más bandera que el unión hace la fuerza.
Que es legítimo revelarse contra una clase política que ya es más "clase" que política y que el sentido de la democracia está en esas cuatro o cinco letras que son demo o pueblo.
Que las etiquetas partidistas, izquierdas, derechas o mediopensionistas, se quedan en casa porque lo que importa es devolver el sentido a todo esto: gestionar los recuersos de todos para desarrollar el Estado y el bienestar de sus individuos.

¡Que somos todos nosotros!

Que toda esa gente no quiere una campaña de buenos y malos, de madrizes y barças, de guatemalas a guatepeores.
Queremos propuestas, soluciones, ideas. ¡Explíquennos si no, qué es la política!

Creo que cualquiera suscribiría tres de los principios que allí se defiende. Algo tan básico como dignidad, libertad, justicia. Principios básicos de astronomía democrática:

1. Reforma de la ley electoral. Un ciudadano, un voto. El resto, parece claro que no deja de ser hipocresía democrática.
2. ¡Independencia de poderes! Por favor, seguro que hay otros métodos para elegir los órganos máximos de la Justicia que no sea a través de los partidos...
3. Dignidad política...¡ningún imputado en las listas electorales! En Alemania, el Ministro de Defensa tuvo que dimitir por copiar unos párrafos de su Doctorado. Sí, hay cosas en las que debemos tomar ejemplo.

Que no sólo es botellón, fútbol y tortilla lo que nos une.
Que es mucho más lo que juntos podemos hacer.
Que alegría, no haberlo tenido que soñar y saber que a 2000 km de distancia, puedo unir mi grito vuestro.


¡ÁNIMO!

sábado, 14 de mayo de 2011

Madrid.


Madrid es un lugar que más que centro es ombligo. Madrid es Capital, Provincia y Comunidad –entiéndanme-.

Madrid empieza en Finisterre y acaba en Gibraltar; aunque sus arrabales llegan a Dakar, Quito y una ciudad china donde producen una cantidad ingente de cerveza enlatada y fideos en bandejas para microondas.

Madrid es España y España, Madrid. Tanto para los de aquí como, sobre todo, para los de allí -que no están tan lejos...-.

Madrid es un palacio realmente barroco de pulidos suelos y un bar –miles- que es tan real como su suelo abarrotado de cabezas de gambas. Un neón multinacional y un puticlub internacional. El papel que recoge la grasa de un bocadillo de calamares y la camiseta que hace lo mismo con el sudor de CR7.

Madrid es una pancarta, un NO PASARÁN y una bienvenida al ajeno de masivo estruendo silencioso. Paséense por Atocha, si no.

Madrid es diseño, ahora también Río, un arco fascista y, a menudo, una sucesión de zanjas…¡avancen! 

Madrid es cielo, su cielo de otoño al atardacer.

Madrid es también una cabezada en el tren de la mañana y esa recochura concentrada del de vuelta, una meada en la esquina del andén de Metro y un jet privado pagado por un empresario amigo. Es una novatada de Colegio mayor, una litrona en el andamio y un iPad megatouch g637.

Madrid es Poder, aunque se esconda en sus rincones, plazuelas y calles. Su centro es una terraza de bar y su parlamento, un botellón cargado de vasos de plástico con vino más barato que la mezcla –o calimocho (kalimotxo)-.

Madrid es un museo de jamones colgantes y unos hermosos muros enmarcados. Es un turista buscando La Foto que pueda colgar en Internet enseñando que estuvo en Madrid (“¡¿dónde?!”) y un barrio a rebosar de poco, excepto gente de lugares recónditos, extramuros o provincias –viene siendo lo mismo-.

Hay tantos madrices, que muchos que no lo son, se lo dicen. Porque Madrid es para odiarlo, huirlo o vivirlo.

Vivirlo. Vivir con ese gigante hostil, ajeno, fiero, asfaltado y agresivo que enamora a una chica rubia -Ann, en la película- subido a un rascacielos. Que levanta hosti(a)l y acuesta bulliciosa.

Porque hoy nadie es Madrid, salvo los recién llegados y los de por ella, enamorados.

Y, a vivirlo.